viernes, 29 de enero de 2010

Depto. 501

Qué ganas de morirme aquí, cruzando esta calle como todos los días. ¡Claro está!, incluso ya veo las patrullas y los policías acordonando el área, siempre improvisando pero con una seriedad en la cara que demuestra la estúpida costumbre con que lo hacen, y los periodistas fotografiando el gran charco de sangre, justo aquí, por donde voy caminando, mi cabeza quedaría al borde de la banqueta. ¡Ah! y claro que preferiría quedar con los ojos abiertos, como amenazando; como advirtiendo: ¡aún te veo hijo de puta! Hasta que vengan a cubrir mi cuerpo con una sábana mientras llegan los del servicio médico forense a levantar la carnicería. Pero pensándolo bien, no será así, de hecho ya lo había decidido antes, pero no pude evitar imaginarme una situación alterna, una como de película gabacha, salvo por los polis huevones que hacen estupideces de forma mecánica. En cambio, de vuelta en mi realidad, nunca he sentido una tendencia suicida ni mucho menos, sin embargo sí soy una persona consciente de su realidad. Siempre dispuesto hacer lo que se tiene que hacer; dispuesto a enfrentarse a lo que toca, sin chistar; además, es parte de la vida, nacer-crecer-reproducir-morir, algo básico, es más, como canto de iglesia: “hay que morir, para vivir”. Claro que también hay algo de ego, qué mejor que no darles el gusto de verme morir en sus propias manos y mejor aún, jamás darles el gusto de que me muelan la cara a golpes esperando que les confiese algo que quizás ya saben. Desde que comenzó este juego de espionaje y contraespionaje, la lealtad de todos está en juego, no importa cuántos malditos militares o federales te hayas echado, ya nadie piensa dos veces en acribillar a quien sea, por el mínimo pretexto. Pero en mi caso, les quedará más que claro que yo no juego, porque éste es mi juego, yo soy quien pone las reglas y yo digo cuándo ha sido suficiente.

Mientras sube las escaleras a su departamento en el quinto piso no se percata de que la Policía Federal rodea el edificio desde hace un rato, sólo es cuestión de tiempo para que entren a su departamento, según los informes, el departamento es el marcado con el 501 y es ahí donde se procederá a realizar la detención, se hizo énfasis en ser precavidos puesto que es una persona peligrosa.

Él abre la puerta, cuelga las llaves, camina a la cocina, toma un vaso, lo llena de agua, bebe y deja el vaso sobre la mesa, después camina a la habitación del fondo cruzando el pasillo, cierra la puerta tras de sí y pone el seguro.

Al momento en que el comandante Juárez da la indicación de entrar se escucha un disparo, la adrenalina sube y todos se alertan, incluso hay a quienes les tiemblan las piernas, hasta que irrumpen en el departamento para darse cuenta de que es demasiado tarde, en la habitación del fondo yace el cuerpo del Sospechoso. El comandante Juárez llega a la habitación vociferando groserías, está que se lo lleva el diablo, totalmente encolerizado, simplemente no puede creerlo, así que toma su pistola y suelta dos plomazos al cuerpo inerte en el piso. Sale de la habitación con prisa pidiéndole a su gente se deshagan del cuerpo. Está más que claro que a este tipo no le sacarán ni una sola palabra.

1 comentario:

  1. Felicidades por tu articulo, pero recuerda que los cadaveres, segun la Gestapo, tambien confiesan. Confiesan en ocasiones, cosas evidentes, como mi ortografia ahora al no poder teclear un maldito acento en este teclado gringo.

    Exito y sigue con tus comentarios!

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