jueves, 26 de noviembre de 2009

Vacío

Cada vez que me enfrento a este vacío pretendo rellenarlo de historias varias, incisivas y de humor negro, sin embargo saltan las distintas personalidades y conceptualizaciones aprendidas, en una especie de sublevación interna de las neuronas de mi cerebro, un sólo chispazo; un sólo recuerdo y la reacción se provoca en la membrana exterior del cerebro en pequeñas convulsiones creando las más diversas excitaciones, pasando por las más sensuales masacres del sadismo, las brillantes situaciones del ingenio de Chesterton, la mejor de las locuras de Lem y algo del humor ácido de la crítica política de diversos locos contestatarios pasivos, como especie de locos de esquina que predican el reino de las ratas; hasta los editorialistas destacados que como artesanos predican lo que la empresa quiere. El punto es que el vacío se convierte en un juego químico en mi cerebro que confunde las situaciones y exaspera la serenidad, divaga la mente y ofusca las dendritas; en sí me lleva directo a la locura. Un proceso complicado que me conduce a la inevitable circunstancia de recurrir al vino tinto y el tabaco, pasar la tarde frente al espejo y enfrentar la más irracional divagación a partir de conceptos racionales. Es como alguna vez lo escuché, una especie de alacrán picándose con la propia cola; un briago escritor aproximándose a otra historia, pero ahora en el centro de la reunión de un grupo de alcohólicos anónimos.

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