martes, 2 de febrero de 2010

El caso del Singüe

Llevábamos días buscándolo, sabíamos que no podía estar lejos, su último asesinato lo había cometido en esta zona, el problema era que ya había escandalizado a toda la colonia y la ciudad entera ya sabía del asesino que rondaba por ahí, la gente lo apodaba el ”singüe”, por el toque especial que le daba a sus víctimas.

El comandante Juárez se veía más ansioso que de costumbre, todos lo notábamos, entre las agruras normales que le causan mal humor, las llamadas de su histérica esposa y la presión de los medios y el Alcalde, lo tenían hecho un nudo y el singüe nomás no aparecía.

El comandante estaba dejando de fumar, o al menos eso decía para quedar bien con su esposa, pero ese día me mandó junto con el Bermúdez a comprarle una cajetilla de Raleigh, para cuando regresábamos las patrullas en chinga arrancaron, habían dado un pitazo. A tres cuadras de ahí habían encontrado un cuerpo. Bermúdez y yo llegamos corriendo, los otros compañeros en auto no fueron para esperarnos, y pues lo entendí porque sabía que el comandante estaba que se lo llevaba la chingada. En el lugar había muchísima gente, todos amontonados, nomás de chismosos, tanto que ni nos dejaban pasar con los compañeros, avanzamos como pudimos, empujando a la señoras aunque se enojaran. Apenas le di al comandante los cigarros, él nos dio la orden de acordonar el área y de que echáramos para atrás a toda la chusma, que no quería mirones. El comandante se fue caminando hacia la patrulla pidiendo más unidades para hacer un perímetro en el área diciendo, ahora sí, el pinche singüe no se nos va escapar. Después se regresó a pedirme el cambio de los cigarros - no se le va una a mi comandante - y de ahí a recibir a los peritos.

Lo del singüe, sin duda fue un caso de esos raros, al principio todos creíamos que era un sicario del narco haciendo de las suyas, simples ajustes de cuentas, pero sin razones aparentes ni mensajes, nada de esas llamadas narco-mantas ni nada por el estilo, en cambio, lo escalofriante es que las victimas aparecían con el escroto mutilado, al parecer el llamado singüe a cada víctima le amputaba un testículo.

Hasta ese momento ya iban diez, los primeros aparecieron en una residencial de un pesado jefe del cartel, eran guarros sin mucha importancia, por eso no hubo más escándalo, lo malo comenzó después. El asesino estaba aniquilando a todo tipo de gente, dos taxistas cerca de una secundaria, un tipo que al parecer fue levantado saliendo de la farmacia, un niño de doce años – que fue el que suscitó mayor escándalo –, una pareja de novios en el parque que bordea un extremo de la colonia - de estos últimos los cuerpos estaban dentro de un auto, el joven tenía las manos atadas al volante y al igual que los otros, el escroto cercenado y tiros en el pecho; la chica tenía aparentes señas de violación y la cara desfigurada, al parecer por golpes -, y ahora este último cuerpo que recién habíamos encontrado. Este condenado singüe estaba resultando un verdadero loco, y para el comandante Juárez esto ya era más que un dolor de cabeza.

Nadie, ni siquiera los que estabamos bajo el mando del comandante Juárez sabíamos exactamente cómo es que el comandante estaba tan cerca de agarrarlo, sólo se rumoraba que había sido una aparente negociación, que el mismito Juárez se había aventado a poner las cosas claras con los narcos y se topó con la historia de que ése que buscábamos, era nada más y nada menos que el hijo del “Papi”, un jefe del narco muy bien parado, tanto que aparentemente nadie sabía dónde estaba.

El hecho fue que en la fiesta de 18 años del hijo del conocido “Papi” la celebración se salió de control. Todo empezó cuando en medio del lugar pusieron un sillón rojo donde colocaron al cumpleañero y acompañadas por el sonido fuerte de un reggeaton salieron al encuentro bailándole al chico unas mujeres guapísimas con cuerpos divinos, mientras un tipo con micrófono en mano gritaba: ¡Ea!, ¡Ea!, ¡Ea! Un verdadero espectáculo, pero aún faltaba lo mejor. Cuando hicieron llegar una cama al centro del lugar los ánimos se calentaron aún más, el conjunto de jóvenes locos por el espectáculo acompañados de narcos, sicarios y demás farándula de esos casos, aullaban deseosos mientras las bailarinas comenzaban a quitarle la ropa al afortunado chico, que ahora parecía un tanto inseguro y detenía un poco su ropa dificultando la labor de las chicas, cuando al fin lo tuvieron desnudo el chico estaba sonrojado, además de que no conseguía una erección, uno que otro no pudo evitar notar que al chico le faltaba un testículo. Se comenzó a correr la voz entre los asistentes que ahora no paraban de reír, los que más gozaban eran los amigos del chico que ya desde ese momento cuchicheaban el apodo del singüe. El chico al notarlo se intentó levantar, pero las hermosas mujeres no lo permitían, seguían en su juego seductor a pesar de los forcejeos, hasta que al fin las chicas se incorporaron y lo llevaron a una habitación dentro. Sin embargo, antes de que dejaran de reír, el chico salió únicamente cubriéndose con una toalla, llevando consigo una pistola chapada en oro, que en realidad era del Papi, apuntándola hacia la multitud que al verlo retrocedían. El chico estaba encabronadísimo, y con los ojos llorosos preguntaba rabioso la causa de sus risas. Todos en el lugar sabían que era el hijo del Papi, era un suicidio intentar hacer algo en contra del chico, incluso su padre aún no le decía palabra alguna cuando disparó contra dos guarros suyos que cayeron inmediatamente provocando una gran tensión, ahora todos los que tenían arma la apretaban firme en su mano, pero el Papi estiró los brazos a los lados calmando a todos, haciendo señas de que bajaran armas e intentando calmar a su hijo dio unos pasos hacia él, el chico encolerizado tiro un plomazo más que le dio justo en la nariz a otro de los guarros, el Papi ahora también temblaba pero seguía ordenando con las manos bajar las armas a los suyos. El chico ordenó le acercaran los cuerpos y el Papi volteó y dijo, ya lo oyeron; así que acercaron a los muertos, y ahora apuntándoles con la pistola brillante les ordenó bajarles los pantalones hasta los tobillos, los guarros se voltearon a ver el uno al otro desconcertados, y el chico repitió la orden seguida de otro balazo que fue a darle en la pierna a otro escolta más, esta vez era el más allegado a su padre, el más fiel; el consentido; también conocido como el “Malhora”, uno de los más sanguinarios y eficientes sicarios. El Malhora en el piso saca su pistola gritando: ¡te vas a morir mocoso pendejo! A lo que el Papi le suelta tres plomazos en el pecho y su escolta, su mejor escolta, cae fulminado.

El Papi volteó con su hijo pidiéndole no más, el chico furioso aún, envuelto en ira, repitió la orden de bajar los pantalones a los muertos, a lo que los guarros obedecieron sin gesto alguno, el chico miró fijamente a su padre diciéndole que todo este espectáculo era culpa suya y ahora todos se iban arrepentir. ¡También los calzones con un carajo!, gritó. Una vez pantalones y calzones hasta los tobillos el chico pidió una navaja y comenzó a cortarles a cada uno un testículo, aprovechando que el chico estaba en la sangrienta labor los invitados comenzaron a salir del lugar disimuladamente. Nadie sabe qué sucedió después con exactitud, hasta que comenzaron a caer los otros muertos, al parecer el hijo del Papi estaba desquiciado y envuelto en cólera, así que nadie más de las células criminales bajo el mando del Papi protegió al chico, simplemente lo dejaron a merced de la policía y ahora el comandante Juárez iba tras de él.

Después de unas horas desde el último cuerpo encontrado, en el riachuelo del fondo de la colonia pasando el parque, dieron con un cuerpo más, igualmente sin testículo pero esta vez no tenía ninguna marca de cercenamiento, al parecer era el singüe. Tenía marcas de arma blanca, cerca de 6 puñaladas. A pesar de que el asesino ya estaba fuera de servicio, el comandante Juárez estaba algo decepcionado, no fue él quien agarró al singüe.

Después de ir a contactar de alguna forma lo que había sucedido en el bando enemigo, encontrar la identidad del asesino, seguirlo sin cansancio y no encontrar más que muertos, no había forma de que el comandante Juárez se sintiera del todo satisfecho, esto sin contemplar que el cadáver del Malhora nunca apareció, lo que le dejó algo de dudas acerca de la historia del singüe. El loco hijo del Papi encontró su muerte al intentar acribillar a unos tipos que al parecer pertenecían a una pandilla del barrio que está cruzando el río. El singüe caminaba por ahí después de su último asesinato cuando fue rodeado por esos hombres que lo apuñalaron en varias ocasiones después de que el singüe quedara sin balas, no encontramos forma de identificarlo, sus pertenencias habían sido robadas por sus atacantes incluyendo la pistola dorada, tampoco el Papi iba acudir a reconocerlo, así que todos dimos por hecho que cayó el excéntrico asesino que marcaba a sus víctimas extirpándoles un huevo. Los asesinos del singüe nunca fueron buscados, para lo que tal vez aplica un dicho: matón que mata matón, tiene una vida de perdón; y esos cholos, ni para el Alcalde, ni para el comandante Juárez significaron más cosa. Los medios de comunicación una vez cerrada la muerte del singüe se dedicaron a perseguir escándalos políticos.

5 comentarios:

  1. jajajaja, excelente relato, m gustó mucho!!

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  2. Qué buena historia policiaca...
    espero publiques el link de las próximas.
    Saludos:
    MJ

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  3. :) muuuuy bueno!!!
    buena vibra!

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  4. Este relato es grande, es grande... ándele haga una recopilación aunque sea en pdf pa descargar, habremos muchos que se lo agradeceremos :D

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